Conectando dos mundos

19/08/2015

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Artículo de Borja Díaz Rivillas, técnico sénior en Gobernanza Democrática y Finanzas Públicas de EUROsociAL

Desafiamos el mal de altura y cruzamos los aires sobre miles de viviendas para conocer el Núcleo de Apoyo Contable y Fiscal (NAF) de la Universidad Pública de El Alto (UPEA), en Bolivia. Dicen que el moderno teleférico en el que nos desplazamos une dos realidades: la de los cada vez más prósperos comerciantes, hosteleros y restauradores del sur de la ciudad de La Paz, y la de la población de El Alto, en su mayoría de habla aimara y procedente del medio rural, con elevados niveles de informalidad laboral y escasos recursos económicos. Cada día, el denominado “Metro de los cielos” transporta a más de 90.000 ciudadanos, que escapan así de un tráfico caótico. A medida que el teleférico asciende, la diferencia entre estas dos realidades se va haciendo más visible.

Ahora estamos a 4.000 metros. Al fondo, el imponente Illimani, de 6.462 metros, el techo de la Cordillera Real. El Alto es una ciudad de inmigrantes, sobre todo campesinos del Altiplano boliviano. En apenas tres décadas de existencia, se ha convertido en la segunda urbe más poblada de Bolivia, con casi 850.000 habitantes.

Los alteños son combativos, saben bien lo que significa partir de cero, lo que es luchar contra la falta de oportunidades. El Alto es un mar de pequeños negocios familiares, microempresas, muchas de ellas informales: en concreto, 72 de cada 100, según el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario. Su relación con el fisco nunca ha sido fácil. No es extraño encontrar carteles que rezan: “Fiscalizadores no son bienvenidos”.

El Servicio de Impuestos Nacionales de Bolivia (SIN) es consciente de que la coacción no puede ser la única arma contra el fraude: se precisan zanahorias y no solo palos. Además de mayores incentivos y mejores servicios, la transformación de la cultura tributaria requiere de pedagogía. A través de la educación fiscal, el SIN busca un acercamiento distinto, otra mirada, un mayor diálogo. El Núcleo de Apoyo Fiscal de la Universidad de El Alto, apoyado por EUROsociAL y el SIN, es una de esas iniciativas. En el NAF, alumnos universitarios asesoran de forma gratuita en asuntos fiscales y contables a microempresarios y ciudadanos de escasa renta.

Nos reciben los estudiantes del NAF en una de las aulas de la Universidad. “El proceso de selección y los requisitos fueron exhaustivos”, nos relatan; “ha sido duro, pero aceptamos el reto y ha merecido la pena”. Para estos alumnos, la mayoría de origen humilde, participar en el NAF es una gran oportunidad que no han dejado pasar. Desde su creación hace tres meses, han prestado asistencia a 214 ciudadanos, muchos de ellos del sector informal, que con frecuencia han regresado tras su primera visita.

Los comerciantes de El Alto se sienten cómodos con los estudiantes. Ellos les dedican tiempo, les tratan con paciencia, utilizan un lenguaje claro. Les inspiran confianza. Sorprende la madurez, el entusiasmo y los valores de estos jóvenes, todos ellos deseando transmitirnos su experiencia. “Alguna vez nos han intentado pagar como agradecimiento, pero les decimos que no es posible, que es un servicio gratuito a la comunidad; entonces han vuelto al rato y nos han regalado dulces para todos”, cuenta una de las estudiantes.

La vivencia del NAF ha sido de gran utilidad para ellos. “Ha sido una experiencia maravillosa de interacción directa con los ciudadanos. Hemos profundizado en la teoría conociendo las actualizaciones tributarias y, lo más importante, las hemos llevado a la práctica, lo que nos va a abrir muchas puertas en el campo laboral. Además, hemos podido conocer la realidad de la ciudadanía y explicarles los temas de impuestos y su importancia para la sociedad”, comenta Juan.

“Los ciudadanos acuden a los NAF porque tienen miedo a los representantes del SIN, a nosotros nos ven con otros ojos. Además, hay veces que los asesores contables o jurídicos no les hablan con palabras sencillas”, continúa. Al ser la gestión empresarial principalmente familiar, en la mayoría de los casos se carece de control contable, lo que limita la efectividad de los negocios. “Otros acuden al NAF porque no tienen medios para contratar a un asesor, desconocen el tema de los impuestos o les viene bien por la proximidad. En Impuestos Nacionales, al haber tanta afluencia, no les pueden atender como requerirían o les siguen quedando dudas. Aquí se informan y se sienten más tranquilos por si tienen que volver al SIN”.

Estos estudiantes, al igual que el teleférico, son eslabones que conectan dos mundos todavía muy dispares; ellos tienen la ventaja de comprender bien ambas realidades. El sueño de Juan, hijo de comerciantes campesinos llegados a El Alto cuando él tenía solo ocho años, es trabajar en una institución pública y, más adelante, gestionar su propia microempresa. Con su experiencia en el NAF, ya está dando los primeros pasos para convertir ese sueño en una realidad.

Borja Díaz Rivillas, FIIAPP / EUROsociAL